La Tortuga Búlgara: Por amor a la poesía búlgara
Cuando tuvo que elegir un segundo idioma como estudiante de Filología Eslava en la Universidad Complutense en Madrid (más tarde se trasladaría a la Universidad de Granada), Marco Vidal (Sanlúcar de Barrameda, 1995,) optó por el búlgaro. Entonces no sólo no tenía ni idea del idioma, ni siquiera sabía dónde exactamente se encontraba Bulgaria. Hoy es uno de los extranjeros bulgaristas que mejor habla y enseña el búlgaro. Además, traduce poesía búlgara al español e incluso escribe parte de su propia poesía directamente en búlgaro.
Graduado en Lenguas Modernas y sus Literaturas con Mención en Lenguas Eslavas por la Universidad de Granada, Marco ya forma parte muy activa de la vida literaria en Bulgaria, donde vivió y trabajó entre 2016 y 2019. “La Tortuga Búlgara”, su blog que empezó en 2013, se ha transformado en uno de los sitios donde más poesía búlgara en español se puede leer. Hasta ahora ha traducido más de 350 poemas de unos cien poetas búlgaros. Ha publicado siete libros de autores búlgaros contemporáneos. En 2022 salió en Bulgaria “Едно мъжко момиче” (Edno muzhko momiche, publicado por “Fondazia Emili”), su primer libro de poesía como autor, donde la mayoría de las obras está escrita directamente en búlgaro. Ahora, Marco Vidal está inmerso en el proceso de constituir oficialmente la editorial “La Tortuga Búlgara”. Dedicada, por supuesto, a la traducción de literatura, y sobre todo de poesía búlgara.
Coincidimos con Marco Vidal en Madrid, donde actualmente está cursando doctorado en Estudios Literarios en la Universidad Complutense e investigando sobre la obra del poeta búlgaro Aleksandar Vutimski.
Especialmente para el Proyecto EuroCirilic hablamos con Marco Vidal sobre su trayectoria de bulgarista, desde aprender el alfabeto cirílico como un juego cuando tenía doce años, hasta llegar a traducir y publicar poesía búlgara al español. Incluso escribir su poesía directamente en búlgaro.
¿Cómo empezó tu aventura con el búlgaro?
El interés por el búlgaro vino a raíz del interés más general por las lenguas eslavas, y en concreto por el ruso. Cuando estaba estudiando Filología eslava en la Universidad Complutense en Madrid, y tuve que elegir varios idiomas eslavos, escogí búlgaro. Al principio era curiosidad puramente lingüística. Luego me gustó mucho, empecé a ver que era una lengua gramaticalmente interesante. Tiene ciertas similitudes con la gramática del español. En cuanto a los casos gramaticales que tienen todas las lenguas eslavas, el búlgaro los ha perdido, con pocas excepciones. Esto lo hace un poco más fácil comparado con las otras lenguas eslavas. Al principio me chocaron mucho cosas como el aspecto verbal, o la forma contable. Me lo tomaba como un reto para entender la lógica del idioma.
¿Cuál fue el proceso de tu aprendizaje?
En la Complutense teníamos cuatro horas a la semana. Iba todas las tardes a la biblioteca a estudiar, principalmente léxico. Dedicaba unas tres-cuatro horas al día. Estudiaba el vocabulario copiándolo. También me ponía la Radio Nacional de Bulgaria, entendía cinco por ciento, pero practicaba el oído. Era un proceso algo frustrante, por aprenderlo fuera del contexto del búlgaro. Después de un año estudiando podía comunicarme un poco. Hasta que me sentía cómodo hablando el búlgaro, pasaron por lo menos tres años.
¿En qué momento pusiste en la práctica en Bulgaria lo que habías aprendido?
Empecé a ir a Bulgaria desde el primer curso, iba todos los veranos. Hay unas becas para cursos intensivos de lengua y cultura búlgaras de tres semanas en las universidades de Veliko Tirnovo y de Sofia, para personas extranjeras que estudian búlgaro en universidades en todo el mundo. Allí estás en inmersión, en el contexto, además muchos de los extranjeros ya tenían un nivel alto de búlgaro. Cuando volví de Bulgaria, conocí en Granada a búlgaros que estudiaban con Erasmus. Ya podía entenderles, y eso me dio una ilusión para seguir.
¿Qué tipo de gente encontrabas durante estos cursos de verano?
Muy rara. (Se ríe). Los que estudiamos búlgaro tenemos que ser un poco raros. Era gente muy diversa de todo el mundo, China, EEUU, Corea del Sur, todos los países eslavos, Francia, Italia. Me llamaba la atención un hombre de Taiwán, que era políglota, hablaba un montón de idiomas. Más tarde, estando en Sofía de Erasmus, iba a clases de búlgaro donde conocí a un grupo de extranjeros con los que hablamos en búlgaro – dos italianos, una chica armenia, un ruso, una alemana.
¿Fue el alfabeto cirílico lo primero que aprendiste del búlgaro?
La verdad es que yo ya me sabía el alfabeto desde pequeño. Cuando tenía doce años, una compañera de trabajo de mi madre, que era ucraniana, empezó a enseñármelo. Luego con mi madre jugábamos a poner con etiquetas los nombres de todas las cosas de la cocina en ruso: pasta, arroz, espaguetis. Así que en la universidad ya sabía leer cirílico.
Ahora también eres profesor de búlgaro. ¿A quién das clases?
Un factor que se repite mucho entre mis alumnos, su pareja es de Bulgaria y quiere aprender búlgaro. La mayoría tiran la toalla, debes tener muchísimas ganas, interés y empeño, para llegar a dominarlo. También, he conocido a muchas familias de búlgaros o mixtas, que hacen un esfuerzo muy grande para que sus hijos aprendan el idioma, y también otras que están muy integradas en España y les da igual.
¿Das clases online? ¿Tienes alumnos de otros países?
He tenido durante dos años un grupo de argentinos de origen búlgaro. Son tercera y cuarta generación. Estaba dando clases a nietos o bisnietos de inmigrantes búlgaros. Ya han perdido el idioma totalmente, pero mantienen las tradiciones, bailan horo, hacen baniza. Argentina está llena de asociaciones culturales búlgaras. Mis alumnos, unos diez, estaban muy motivados, también por la lejanía y no tener la oportunidad de viajar a Bulgaria. Llegaron a un nivel A2. En un momento la situación era totalmente surrealista. Un español dando clases de búlgaro a argentinos desde Uzbekistán donde vivía entonces, con el cambio horario que era brutal.
¿Qué cambiarías en los métodos de enseñar idiomas?
Cuando yo empezaba, se daba mucha gramática y faltaba la comunicación, pero esto ya está cambiando. Ahora se le da mucha importancia a la comunicación. En los colegios creo que se está priorizando demasiado la tecnología. Es un gran apoyo, pero no puede ser la base. Se está olvidando que la concentración, la adquisición de material, de contenido, de información es más importante en papel. En clase hay que escribir en papel.
También colaboras con Ucha.se, una plataforma educativa búlgara muy innovadora.
Nació en Bulgaria hace diez años con la intención de ofrecer vídeo lecciones de todas las asignaturas a los estudiantes búlgaros. Después del éxito ya se está desarrollando el mismo proyecto en España, Italia y Rumanía. Yo empecé haciendo traducciones, ahora mismo soy coordinador en el departamento de calidad, revisando el contenido en español.
¿Cuál crees es la gran aportación de la plataforma?
La idea es presentar el material del colegio explicado de una manera sencilla y entretenida, convertirlo en algo parecido a un juego. Los vídeos son cortos, 6-7 minutos. Ahora mismo los niños tienen problemas de concentración. Está cubierto todo el temario y todas las asignaturas. Lo hacen profesores. En España son profesores españoles, la plataforma se llama EduBoom. Es un proceso muy largo de creación desde que el profesor escribe la lección, hasta que se guioniza, se locuta, se hace el vídeo y se sube a la web. En España hay muchas páginas educativas, pero la innovación de EduBoom está en la presentación a través de vídeo lecciones animadas.
Volvamos a tu blog, ¿por qué “La Tortuga Búlgara”?
La gente se ríe, en realidad no hay una razón lógica, simplemente junté las dos palabras. Cuando lo abrí en 2013, era un blog muy personal, donde publicaba muchas cosas de Bulgaria. Una especie de biblioteca con temas de cultura y literatura, ya que no había mucho en internet. Cuando empecé a vivir en Bulgaria, publicaba consejos prácticos para los extranjeros, cómo sacarte los papeles, cómo buscar casa, trabajo, etc. Ahora lo he centrado todo en la literatura.
¿Cómo fue tu acercamiento a la poesía búlgara?
Zhivka Baltadzhieva, una de las profesoras, que más me han marcado, me introdujo a la literatura, cuando estaba en la Complutense. Me enseñó las traducciones que ella había hecho de Blaga Dimitrova y Hristo Botev, y empecé a leer. Entonces leer la poesía era una forma de aprender el idioma. Entendía el texto en español, y en búlgaro, algunas palabras. Ser parte activa de la literatura búlgara vino más tarde, poco antes de irme de Bulgaria en 2019, cuando conocí a Vladimir Sabourin, un poeta búlgaro de origen cubano. Él lleva la revista literaria “Nova Socialna Poesia”(Nueva Poesía Social). En “La Tortuga Búlgara” primero publicaba traducciones hechas por otras personas, en una labor de difusión porque no estaban puestas en ningún sitio. Ahora priorizo mis propias traducciones. Tengo una norma ética, todo tiene que ser bilingüe para darle valor al texto en búlgaro.
¿Cuál es el mayor reto a la hora de traducir la poesía?
Traduzco poesía contemporánea y actual, que normalmente se escribe en verso libre. A veces he traducido versos con rima, pero es muy complicado. Luego hay autores que son muy metafóricos y les gustan las frases hechas, otros son muy directos.
¿Cómo haces la selección de la poesía que traduces?
Sobre todo, en Facebook, donde estoy en contacto con muchos poetas. Tengo mis autores favoritos, voy leyendo, me compro sus libros. Cuando viajo a Bulgaria, siempre voy a mi librería favorita, “Knizhizi”. A veces me encuentro con un poema de Smirnenski, Vapzarov o Atanas Dalchev, que me gusta y que traduzco. Estoy en el proceso de leer la obra completa de los clásicos.
¿Cuáles son tus poetas búlgaros favoritos?
Admiro mucho a Kiril Vasilev, recientemente galardonado con el premio “Peroto”. Me gusta su poesía, es sencilla de forma, pero muy directa, con un lenguaje a veces hiriente y duro. Habla de temas como la muerte, la soledad, la explotación, y lo hace de una manera nada evasiva. También Vladimir Sabourin, Alexandar Shurbanov. Me encanta Blaga Dimitrova, pero ella está muy bien traducida, aunque el libro en España está descatalogado.
¿Cómo ves el futuro de la Tortuga Búlgara como editorial?
Es un mercado reducido, hay muy poco interés por la poesía, y menos por la poesía de una lengua de ocho millones de habitantes. Pero aquí estoy, en proceso de constituir oficialmente la editorial. Siempre he hecho las traducciones por amor al arte. Por supuesto, “La Tortuga Búlgara” va a estar centrada en la traducción de poetas búlgaros contemporáneos.
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