
¿Cómo pueden los avestruces enseñar “Pedagogía del Sol”?
Fácil. Con la ayuda de la educadora musical infantil Elmira Dimitrova. Lo comprobaréis vosotros mismos al visitar la granja “Diversión de Avestruz” en Dolna Banya. Se encuentra a unos 70 km de Sofía (Bulgaria) y a sólo 2 km de la ciudad de Dolna Banya en dirección a Pchelinski Bani. Se tarda aproximadamente una hora y pico en llegar. Existen letreros y no hay forma de perderse.
Dentro de cada uno de nosotros vive el niño o la niña que puede hacer realidad sus sueños.
Llegamos a “Diversión de Avestruz” en una tarde de agosto particularmente calurosa. El sol quema con fuerza, pero el panorama alrededor es tan hermoso – la vista flota sobre el campo hasta las cimas de la montaña de Rila – que ni prestamos atención a los rayos ardientes. Estamos ilusionados porque nos preparamos para conocer de cerca a las aves africanas más grandes, curiosas y genuinamente cariñosas. También con Elmira, la impulsora, propietaria y “traductora” de la diversión educativa con los avestruces. Ella misma nos da la bienvenida. Iniciamos el recorrido por la granja y escuchamos con interés su historia.
“Soy una chica de ciudad. Crecí en Sofía, en un sexto piso, y durante las vacaciones siempre me quedaba en la ciudad. Soñé con un pueblo, animales, espacio… pero nunca los tuve. Con el paso de los años, me aburrí de la capital: el tráfico, la polución, la falta de aparcamiento, muchos edificios, gente desconocida… con mi pareja Iván decidimos buscar un pueblo y una actividad que nos diera placer y sustento.”
A Elmira no le resulta difícil elegir su nuevo derrotero. Ella es profesora de música y la relación con los niños siempre ha marcado su vida. Con Iván deciden crear una granja de avestruces, debido a la productividad de las aves, el cuidado relativamente fácil, así como las cualidades útiles e incluso curativas de los avestruces. Eligen la zona de Dolna Banya por las maravillosas vistas, la proximidad a la montaña de Rila, el aire limpio… Compran unas cuantas crías de avestruces nacidas en Bulgaria y en 2005 dan inicio a toda esta diversión de avestruces que se está desarrollando ante nuestros ojos. El lugar llega a ser un polo de atracción para las familias con niños y las visitas escolares donde grandes y pequeños aprender a cuidar y a querer a unas de las aves más antiguas del mundo.
Cuando das amor, recibes amor.
Elmira nos va guiando a través de los distintos espacios de la granja y nos va contando: “Los avestruces son pájaros especiales: tienen su propio lenguaje de comportamiento y se necesita paciencia para dominarlo. Pero una vez que les das amor, lo recibes cada vez que vas a su encuentro. En nuestro caso, las aves están separadas en espacios para hembras y machos respectivamente para que los visitantes puedan entrar e interactuar con las hembras, que no son beligerantes y permiten una comunicación estrecha”. Y entramos junto con Elmira donde Gaby. Ella sobresale por encima de nuestras cabezas, se acerca suavemente y empieza a darnos picotazos juguetones. Elmira le habla bajito, la acaricia y luego le pide que se siente, lo que el pájaro hace de inmediato. Resulta tan amigable que también podemos acariciarla y sentarnos encima de ella como si fuera un cómodo sillón. Tocamos su espalda con la mano: las plumas son blandas, cálidas, suaves, pasamos los dedos por el cuello. Luego dejamos que la dueña le susurre algo al oído suavemente, mientras ella inclina con gracia la cabeza y la mete bajo el brazo de Elmira. ¡Esto es amor!
Nos acercamos al espacio de los pájaros machos. Aquí sólo entra Elmira. Iván, el avestruz, se le acerca y empieza a bailar frente a ella. Este baile es tan vivo, juguetón y rítmico: dos hacia adelante, dos de lado, balanceándose, agachándose… como en un salón de baile el caballero rodea a su dama. “Se me declara en amor, está buscando a su pareja, no quiere estar solo”, explica Elmi.
De ella aprendemos más datos curiosos sobre estas aves africanas, las más grandes del mundo. A diferencia del mito común, no entierran la cabeza en la arena hasta que el peligro desaparezca. Cavan hoyos poco profundos en el suelo que utilizan como nidos. Durante la incubación, utilizan el pico para dar la vuelta a los huevos varias veces al día y desde lejos parece como si tuvieran la cabeza hundida en la arena.
Un avestruz macho grande alcanza los 3 m de altura, pesa unos 150 kg y puede correr a una velocidad de 70 a 80 km por hora. Así se salva de sus enemigos naturales. Si no puede escapar, se tira al suelo y finge estar muerto. Su célebre patada, tres veces más fuerte que la de un caballo, no debe subestimarse en modo alguno. Los avestruces patean hacia adelante y hacia abajo, levantando las patas al nivel del rostro humano.
A su vez, a los avestruces hembra les encantan los objetos brillantes como pendientes, anillos, pulseras y teléfonos móviles. La razón es que las aves son terriblemente curiosas y se apropian de todo lo que brilla, escondiéndolo en sus vientres. Debido a esta costumbre suya, hace unos siglos los avestruces eran los animales más perseguidos en Sudáfrica: los colonos los mataban por los diamantes que encontraban en sus estómagos. Además, los huevos de avestruz son los más grandes del mundo pajarero, sólo uno equivale a 30 huevos de gallina. Los machos (de color más oscuro) prefieren incubarlos durante la noche y las hembras (de color más claro), durante el día.
Un niño que aprende a amar la naturaleza y a los animales se convierte en un buen adulto.
“Somos la única granja de avestruces que no mata las aves para obtener carne y otros productos. Compramos de otras granjas y ofrecemos sólo bajo pedido, además de hacer cosméticos. Aquí podemos ofreceros deliciosos flanes de huevo de avestruz, adornos de plumas o verdaderos plumeros: no hay una herramienta más elegante y mejor para limpiar el polvo que las plumas de avestruz ya que no generan electricidad estática. Nuestros pájaros son como nuestros hijos: los amamos y nos comunicamos constantemente con ellos.
Siempre quise enseñar a los niños a los que impartía clases de música a amar y cuidar a los animales también. Conozco las enseñanzas de Petar Danov, sintonizo con las ideas de la Pedagogía del Sol y creo que cuando los niños y niñas son educados desde pequeños en el cuidado, el amor y el conocimiento del mundo de la naturaleza, se convierten en buenos adultos. La música y el amor salvan el mundo. Por eso mi granja es visitada principalmente por los niños: aquí vienen grandes grupos de críos. De excursión, en el marco de las “escuelas verdes” (en Bulgaria, actividades extraescolares y/o campamentos en la naturaleza organizadas por los colegios principalmente durante los periodos vacacionales) y también muchos padres llevan por su cuenta a los hijos. Con alegría y entusiasmo, les muestro y les cuento sobre el mundo de los avestruces, me encanta ver a los niños y niñas acariciando y abrazando a las aves, dándoles comida y agua, estando simplemente felices a su lado.”
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